Como reo en el patíbulo mi alma espera su triste final.
Nostálgica recorre cada momento de mi vida, sufriendo y gozando cada inocente
emoción; cada alegría, cada llanto, cada bronca, cada pesar; uno a uno observa
los pasos que la llevaron a este momento. Y hoy, temerosa, concibe su trágico desenlace.
Humilde, entiende el por qué, y lo acepta como parte del camino, mas, no sin
pesar al ver a la pequeña inocencia.
“El bien mayor”, se repite tristemente, y ve pasar frente a
sus ojos cada espeluznante escena, cual Casandra, las imágenes de un futuro
nefasto que no puede cambiar la torturan, y sólo la fe en la recompensa la
sostiene.
“El bien mayor”, se repite, y una sensación de complitud la
invade, de perfección, de entelequia. A lo lejos, entre las brumas de lo desconocido
una figura se recorta. Quién eres?- pregunta Psyche. Plenitud- responde la
sombra. Y la lejanía se convierte en abismo. La distancia nubla su visión, pues
nadie puede ver más allá de una decisión que no comprende, y el miedo se
apodera de ella, la paraliza, y la empuja al abismo de la angustia donde aún
con los ojos abiertos ya nada se ve. Duda, se retuerce, se estira, se contrae,
lucha, se resiste y finalmente se rinde. Se deja llevar a lo profundo del
abismo, donde sólo se escucha el ensordecedor ruido del silencio.
Siendo ya inútil cualquier perverso intento de tortura el
miedo la abandona, mas, le abre paso a un carcelero aún peor, Desolación. Aspada,
es mártir de las peores depravaciones que la desolación se permite. Y es en ese
testimonio que logra ver más allá, aquello que antes sólo fue una sombra, ahora
se muestra ante ella con total detalle.
No existe un bien mayor-le dice la dulce voz- ella es mi
pasado y yo soy su futuro.
Y qué hay de mí?- pregunta Psyche.
Tú, como todas las de tu clase, eres un fénix. Resurgirás de
tus cenizas, más fuerte. Sí, ya no serás ésta versión de ti misma, pero te
convertirás en mariposa.
Disfruta cada momento que te queda con ella, cada alegría,
cada tristeza, cada bronca, cada lágrima, cada sonrisa. Camina con ella hasta
el último momento, y luego que de su último respiro, besa su frente con amor,
mas, no con dolor; pues su muerte es mi
vida y mi vida será tu renacer. Y renacerás en lo alto, y podrás ver la luz de
todas las cosas. Pero debes dejarla ir, no hay otro camino.- y diciendo esto se
alejó.
El tiempo pasó, y por el sólo hecho de oír a lo lejos su
risa, Psyche continuó soportando las depravaciones de Desolación, hasta que la
vio. Ese hermoso recuerdo visual que tenía de la dulce niña contrastaba con la
tétrica figura que frente a sus ojos estaba. Demacrada, rota, vieja,
incompleta, forzada; la dulce inocencia se había corrompido en la improcedente
extensión de su existencia. No cabía la piedad en semejante aberración.
Y fue entonces que las cadenas se soltaron; débil, frágil y
agónica como estaba, Psyche la tomó de la mano y salió del abismo.
La disfrutó todo el camino, compartió con ella cada paso, la
cargó en su espalda cuando se debilitó, y finalmente en su último respiro, le
besó la frente con amor y la dejó ir.